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Sara

  • pedrocasusol
  • hace 1 día
  • 4 Min. de lectura

Escribe: Thalía Correa


Sara Martínez es una joven ordinaria, muy alta, blanca y robusta, tiene un lunar en el cachete y hermosos ojos verdes que parecen aceitunas. Además, Sara tiene 15 años y una familia de revistas. Resulta que tardé en darme cuenta que no solo estudiábamos juntos, también vivíamos en el mismo edificio. Cuando me enteré no me dio nada de gracia, la verdad. Sara es de la más aplicadas, y yo, bueno, digamos que invierto más tiempo en jugar con mis baquetas en una batería imaginaria. Todo el salón está dividido y ella pertenece al grupo de los animes y cosas asiáticas, cosa que tampoco me hace gracia. Cuando nos vemos solo sonríe como si compartiéramos algún secreto y yo le devuelvo la sonrisa porque realmente no sé qué hacer.


En la tarde mientras hablaba con Fredo, mi mejor amigo de la infancia. Sara se acercó y me dijo:


- Oye, tú vives en el edificio Palmeras, ¿verdad?


Qué mala forma de iniciar una conversación, ella ya sabía la respuesta.


- Sí, supongo que tú también porque siempre te veo con tu familia.


- Así es. Tengo diez años viviendo en ese edificio y en este colegio solo tengo seis meses, me tuve que cambiar por la zonificación.


- Entiendo.


En realidad, no entendía nada, solo quería que siguiera su camino, volvimos a sonreír, ella siguió su camino. Cuando se terminó de ir Fredo me preguntó extrañado por mi comportamiento:


- ¿Te gusta?


- Para nada, hasta es más alta que yo, ni pensarlo.


- Si tú lo dices.


Seguimos hablando de música y de artistas, cuando formáramos una banda él sería el guitarrista y yo obviamente el baterista. Sara, realmente no me llama la atención, su risa es un poco descontrolada y es muy nerd para mi gusto.


Pasó el año escolar. Yo estaba cansado de estudiar para matemática y literatura, si no aprobaba el examen las tendría que llevar el año siguiente. Eso retrasaría un año mi graduación. Tenía que estudiar, mientras iba camino a casa con la mirada en el piso, busqué mis llaves en los bolsillos, no las tenía. Mucha suerte la mía. Me faltaba media cuadra para llegar al edificio y vi a Sara entrando, me emocioné al verla porque no tendría que quedarme afuera. Ella me sonrío, fue la primera vez que vi realmente a Sara Martínez. Su sonrisa fue muy cálida. En ese momento la vi como un ángel. Mi corazón se aceleró y me empezaron a sudar las manos.


- ¿Vas a pasar?


- Sí, muchas gracias Sara. ¿Cómo estás? ¿Ya tienes planes para las vacaciones?


- Bien, Mateo, ¡Por supuesto! Iremos a visitar a la familia de mi papá dos meses. Es genial porque tienen caballos, vacas, gallinas, cabras. Allá tengo muchos primos entonces…


En algún momento dejé de escucharla para prestar más atención a sus gestos, usaba mucho las manos y abría los ojos para transmitir su felicidad por el campo y los animales. A pesar de ser grande, tenía facciones muy delicadas y su forma de hablar era muy espontánea. Parecía un bebé gigante.


Nos despedimos y no dejé de pensar en ella en toda la noche. Necesitaba contárselo a Fredo, pero creo que fue lo peor que pude hacer. De repente, él empezaba a acercarse más a Sara y su grupo de amigas amantes de la cultura asiática, algo que nunca pasaba. Me ponía furioso que hiciera eso, se acercaba mucho a Sara. ¿Por qué lo hacía? Su actitud no me gustó para nada, y empecé a distanciarme, yo nunca he hecho algo parecido con las chicas que le han gustado a él.


Un día lo vi muy coqueto cerca de ella, la sangre me subió a la cabeza, quería golpearlo. Me quedé sin amigo. Lo esperé en la salida después del colegio.


- Alfredo, ¿te gusta Sara?


- Y eso a ti qué te importa.


- Me importa porque te dije que me gusta Sara, y desde ese momento te he visto cerca de ella, de verdad que me tiene un poco asqueado el tema.


- No me gusta, pero ella me enseña matemática, además creo que yo le gusto a ella, siempre es muy cariñ...


Le caí encima, nunca he sido de peleas, pero cuando reaccioné la nariz de Alfredo estaba sangrando y yo gritando:


- ¿Cómo te atreves?


No solo me expulsaron por armar una pelea en la puerta del colegio, también me atrasé un año. Nunca le dije a Sara lo mucho que me gustaba, estaba apenado y mis padres me dijeron que tenía que trabajar para pagar mis cosas.


Han pasado ya 3 años, Sara se mudó cuando terminó el colegio, yo no entré a ninguna universidad. Actualmente, tengo un trabajo de 9 a 6 en una librería, y ni siquiera me gusta leer, pero por lo menos encienden el aire acondicionado todos los días. Si alguna vez lees esto Sara, quiero decirte que te quise y que todavía te quiero.



 
 
 

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