El corazón de la oscuridad (I)
- pedrocasusol
- 13 mar
- 10 Min. de lectura
Escribe: Miguel Calderón
—¡Oye, muchachito, no sé qué te crees, pero tienes que respetarme! ¡No me digas maestro, así se le dice al maestro de obras, a mí me dices ingeniero! ¿Queda claro?
—Sí, señor
—¡No!!! ¡Señor no!!! ¡Ingeniero!!!
— Sí, ingeniero
— Está bien Sotico, avanza.
No entiendo, no le falté el respeto, debería decirle algo, si esto me espera a dónde vamos, creo que este será el peor trabajo de todos. Está nublado, un clima excelente para este momento tan deprimente, someter mi respeto y obediencia por el sueldo mínimo, no importa, ya no importa nada, tengo que ser fuerte, empezar a ser mejor y un trabajo tal vez ayude.
la carretera sigue fría, y cada vez que alcanzamos altura siento miedo, y con el dolor de estómago que causa el soroche, no es una buena combinación, no encuentro el valor para decirle que paremos un momento, solo le bastaron unas palabras para mermar mi confianza, pero no aguanto más, así que les digo:
—Disculpen, ¿podemos parar un momento? No me siento bien, debo vomitar.
—Sotico párate un rato, el chiquillo no aguanta, jajajaja.
Parece que lo hace a propósito, ahora no estoy seguro si el vómito es por mi rabia acumulada, que no puedo expulsar porque quizás tengo miedo de perder este trabajo, ni siquiera puedo mostrar mi enojo, por miedo… ¿Por qué tengo miedo? por que soy tan patético…
Se hizo de noche, salimos a comer y aun no podía hablar, no quería darle mi respeto a alguien así, y no quería llamarlo ingeniero, de alguna manera se sentía como ser sometido, ya pasamos la brecha de dar media vuelta, ya pasamos el momento en donde podía salir de aquí, no sé por qué estoy aquí.
***
Nos quedamos en un Hotel los 3, salimos temprano y nos encontramos con otras personas, estas si parecen personas agradables, Estaba el maestro de obra César, un señor pequeño y calvo pero parado como un buen albañil, El fierrero al que le decían Tombo, era un moreno alto y bien morado, brillaba por tanto calor que hacía en Huancayo en ese momento, y otros operarios concreteros, Beto, un tipo muy serio al momento de hablar con el ingeniero, casi de mi talla, robusto y con una narizota, creo que podría matarme de un golpe, y un joven de mi que era hijo de Beto, Ernesto no era tan corpulento como su padre, pero él mostraba una sonrisa y era más educado, se acercó a mí y me dijo:
—Hola, ¿vas a ir a la obra ingeniero?
Y antes de que yo pudiera corregirlo el ingeniero dijo:
— No, él no es ingeniero, él va a estar a cargo de los materiales noma, no le digas ingeniero.
Ernesto se disculpó e igual me extendió la mano, trataba de sonreír mientras le daba la mano.
Fuimos a comer a un restaurante en Huancayo, estaban hablando el maestro César y el Ingeniero mientras los demás comían, sin embargo. al estar tan cerca de ellos pude escuchar lo que decían.
—Entonces, ingeniero, ¿cuatro puentes en dos meses? Va a estar complicado ah, sobre todo porque hay poca gente ahora, y falta máquina también.
—No te preocupes, ¿todo va a estar mañana, tenemos que terminar rápido, recuerdas que hay una base para la investigación del clima?
—Sí, algo escuché de un colega, ¿es de los gringos no?
—Sí, y ellos están financiando una parte, cómo va a ayudar a la población del Vrae, parece que por eso los están dejando.
—Wau pues que raro que los ronderos los dejen trabajar así, supongo que también se benefician de alguna manera.
—Claro, les dan la suya para que dejen trabajar noma, huevones no son, saben que los gringos son extorsionables, jajajajaja.
Al haber tanta gente me mandaron a la tolva de la camioneta, pero estuve con Ernesto, y después de un largo silencio, comenzamos a conversar, empiezo la conversación presentándome.
—Oye, olvide decirte mi nombre, me llamo Bertram.
—¿Qué? ese nombre no es muy peruano.
—Jeje, sí, mi papá es alemán, y pues él me lo puso.
—¿Ah sí? Entonces sabes inglés, yo sí, estoy estudiando para ser ingeniero civil, aunque es un poco complicado, ya voy la mitad, mi papá me apoya mucho con eso, ¿y tu papá de qué trabaja?
—El sí es ingeniero civil.
—Anda, entonces debes estar más avanzado que yo.
No sabía como decirle que no sabía un carajo de ingeniería y menos inglés, que toda la vida me dedique a vagar en vez de seguir expectativas, que el siendo menor está muy superado, que soy una decepción para mi padre, y que siempre me lo recuerda.
—Bueno por mi padre conseguí este trabajo, él le habló a un amigo y este me recomendó aquí, y pues bueno, aquí estoy.
—Wau, pues que suerte tienes, aunque yo también, mi papá me trae a estos trabajos, para aprender.
— Y… ¿cuánto falta?
— Un montón, son 4 horas.
— Voy a tratar de jatear, no pude dormir bien anoche
—Dale yo igual.
El onírico momento en vez de resultar reparador, fue más perturbador.
—¡Nooo, papá, nooo espera!!!
—¡Eres una mierda!!! porque no te mueres ya carajo!!! azotes dolorosos y golpes sin cesar propinados por una sombra aterradora que no hace más que crecer mientras que un dolor incesante aumenta.
— No eres ni mierda, eres un parásito inservible, que no hace otra cosa que beber y salir.
— Las verdades duelen mas que los golpes y esta terrorífica sombra sigue creciendo.
— Papá no más por favor, le decía mientras la sombra crecía y me empujaba a golpes hacia atrás.
—Tu hermano es mejor que tú, y no importa cuánto lo intentes, o cuánto te esfuerces en cambiar, todos saben que siempre serás una decepción… no sobrevivirás a esto.
—¡Ahhh!!! —manifesté un grito ahogado mientras caía a mi sótano donde me encerraba, pero sentí cuerpos moviéndose, la fría oscuridad se manifestaba en horrores y cuerpos vivos, la oscuridad finalmente cubrió todo, sabía que estaba perdido, pero algo en mí despertaba, ¿orgullo? ¿ira? … esperanza.
—Mamá —decía mientras despertaba tan acelerado como la luz de la linterna que golpeaba mi cara, Ernesto me decía —levántate y pon las manos arriba, rápido.
—Qué paso tío, ¿ya llegamos?
Una persona con un arma grande nos apunta de manera amenazante y con toda intención de cagarnos la vida y nos dice: Bajen rápido, mierdas. Sentí tanto miedo que mi estómago me traicionó y solté un gas mientras bajaba de la tolva, delante de nosotros estaba el ingeniero y el maestro de obras, el señor Cesar con tono calmado les explicaba las intenciones de su llegada mientras yo solo quería ir al baño porque detrás de nosotros, no solo se encontraba ese tipo enjuto y beligerante con su arma, sino otros siniestros hombres con armas iguales, también en las demás salidas, yo solo miraba lugares oscuros, y pensaba en salir corriendo, pero mi perspicacia fue más fuerte gracias a dios. En lo que trato de aguantar la evacuación, la persona que estaba hablando con el maestro de obra, levanta la mano y comienza a girarla. Es en ese momento que todos los hombres armados se dispersan y vuelven a la sombra de la noche, rápidamente quise preguntar por el baño pero el ingeniero me mandó a bajar unas cosas de la camioneta, inevitablemente una presión psicológica e intestinal por ser el primero al que manda a cargar las herramientas hace que en el trayecto suelte la flatulencia más sonora y con ritmo que había lanzado alguna vez. Después de esto, se me conoció como cagón y algunos más imaginativos me decían aliancista, y lo peor de todo es que soy de la U.
Al día siguiente más temprano me enviaron a hacer un inventario de todas las herramientas, y el ingeniero enfatizó que lo que se pierda se me descontara, como si diera por hecho que algo se va a perder, esto solo me hacía enfadar más, pero pronto él se retiró del pueblo, dejándonos finalmente trabajar.
Pasaron unos días y me sentí más tranquilo, me fui acostumbrando al trabajo y a las personas, y a pesar del sobrenombre nunca me lo dijeron con malicia, se mandaban unos buenos chistes. Los horarios de comer eran un tiempo para compartir, increíblemente entretenidos, me sentía bien. En una de esas conversaciones hablamos de mujeres, y pues yo dije que ninguna de por aquí me gustaba, se rieron y me dijeron, espera 2 semanas más y las vas a ver como pollo frito, entendí lo que dijeron después de esas 2 semanas.
En el pueblo también se estaba construyendo un hospital, pero este correspondía a otra constructora, sin embargo nos hablábamos con regularidad, ya que esta obra estaba cerca al almacen, Enrique, un arquitecto que hacía a su vez de maestro de obras, un tipo gordo nariz caída y calvo al medio de la cabeza, tenía un caminar algo lento y aunque no era intimidante o autoritario se hacía respetar por su conocimiento preciso, sin embargo su obra presentaba problemas constantes, ese dia lo vi y empezamos a conversar —Hola maestro, que van a hacer con esa piedrota ahora?
—Hola sobrino, tas aburrido de tanto chambear.
—Ya pe, maestro, hable pe, ¿qué van a hacer con la roca?
—Vamos a hacerla explotar, una explosión controlada, ya ahorita la taladran y ponen las cargas, algo suave noma pero llega al pincho, varias cosas están pasando, y eso hace que se nos descuadre el presupuesto.
—Sí jeje. me enteré del camión que pisó un hueco y se fue para un lado.
—Y se llevó un poste
—¡Se llevó un poste!!!
—Sí, conchesumare, y ese poste a su vez se llevó una fachada de una casa.
—Ala ¿y no pasó nada más? O sea, ¿ningún herido?
—No gracias a dios, pero igual tenemos que pagarlo.
—Las 2 máquinas que pedimos no mueven esa piedra, ahora toca meterle dinamita noma.
—Ya van a empezar, aléjate un poco.
— ¿Puedo grabar?
—Normal, es una explosión controlada, pero a veces salen esquirlas pequeñas, por eso aléjate un poco noma.
La explosión fue tan fuerte que sacudió la tierra y piedras enormes comenzaron a volar y todo fue tan rápido, solo escuche:
—¡Corre sobrino!!!
Antes de voltear y ver correr al maestro Enrique, corrí lo más rápido que pude, sentir la vida muy ridícula y escasa en ese momento, y comenzaron a caer los escombros de esa enorme piedra, ninguna cayó tan cerca a mí pero nos refugiamos cerca en una casa y cuando todo terminó de caer, el Sr. Enrique tenía los ojos más abiertos ya que solo se veía su cara roja y sus ojos blancos y me dice:
—Puta madre, no le cayó a nadie ¿no?
— No creo, la mayoría de los que viven acá se van al campo temprano, y se llevan a sus niños.
Y de lejos se escucha a un obrero:
—Jefe, sí hay un herido.
Nos acercarnos a ver que pasó, los techos estaban cerca, y al asomarnos vimos un agujero en uno de los techos de plástico, en su interior yacía una gallina aplastada por una de las piedras que volaron para todos lados y el maestro se toca la calva y dice:
—Estoy muy jodido.
Pasaron los días y me iba acostumbrando más a este ambiente, creo que de alguna manera me estaba encontrando a mí mismo. Creo que ya había encontrado lo que quería hacer a partir de ahora, en esos días, iba a ayudar con el llenado de las zapatas con la carretilla, lo bueno era que yo podía descansar, en ocasiones nos juntábamos para jugar partido, luego de terminar el horario, y el clásico “full vaso”, que es una regla milenaria entre los albañiles y un día, antes de iniciar esta inherente tradición, recibo una llamada de mi madre:
— Hola, mi amor ¿cómo estás?
— Hola ma, bien, ya me acostumbré, de hecho, me siento muy bien, creo que quiero estudiar ingeniería civil, o tal vez albañilería.
—Ay qué bueno, oye te tengo una noticia.
—¿Qué pasó? ¿Todo bien?
—Tu papá falleció esta mañana, estaba muy mal, ya no aguanto.
—Wau, entiendo, me siento un poco mal por eso, pero, ahora mismo estoy trabajando, no podría ir al velorio.
—Entiendo hijito, te trato muy mal la verdad.
—No, no es por eso, es que ahora mismo estoy trabajando y la verdad no quiero darle excusas al ingeniero
—No importa hijo, ya puedes volver, ya no te va a molestar, ya todo estará mejor.
Sentí una calma, de que podía volver a mi vida normal, pero sabía que no debía… debí hacerlo, no sé cuales habrían sido las consecuencias de haberme ido, pero se cuáles son las de haberme quedado.
—¿Bertram? ¿Estás bien?
—Sí mamá estaba pensando, pero no, lo mejor será terminar y luego volver, no te preocupes, voy a estar bien mamá, nos vemos, cuídate.
—Tú también hijito.
Al terminar de hablar con mi mami, fui al comedor, donde me encontré con la gente, tenía unas ganas de aclarar la garganta con unas exquisitas heladas, así que, de padrino, invité las primeras. Obviamente no podríamos tomar tanto porque estábamos trabajando, pero entre comer y beber se acercó el maestro Enrique y Cesar, nos pusimos a hablar del accidente reciente en la obra. Enrique empieza diciendo:
—Ala mierda, estamos mal, no tengo idea de por qué ocurren tantos desastres. no pueden ocurrir más tonterías.
Y Cesar agrega.
—Mira, es posible que sea una mala tierra, o es probable también que alguien en el pueblo no quiere que se haga el hospital, y están haciendo brujería.
A lo que yo de manera incrédula digo:
—Tío, no puedes estar hablando en serio.
Cesar, de manera patidifusa, exclama:
—¡Que! Pero si eso pasa, Enrique, muchas huevadas están pasando, podemos hacer algo fácil, acá en el pueblo me dicen que hay un chamán, es una señora, podemos ir al monte y hacer una … puta rezar, hacer esas huevadas.
Trato de corregirlo:
—¿Una ceremonia?
Y mi tío Cesar alega:
—Sí, esa mierda, habla ñato para prepararlo.
El Sr. Enrique con muchas dudas responde:
—Uta, no sé la verdad, sí he escuchado de que tienes que hacer una ceremonia para la tierra antes de hacer algo, pero son huevadas, no creo mucho en eso.
De manera muy calmada expresé:
—Pero tío, ¿qué tienes que perder? Tiempo, un poco de criterio y respeto, nada más.
Y Cesar expresa:
—Entonces, ¿qué dices?
Enrique con más confianza dice:
—Ya está bien, ¿hoy lo hacen Cesar?
—Sí, eso está listo para hoy, en la noche se hace eso, plan de 1 o 2, ¿vienes, sobrino?.
Yo acepto diciendo:
—Sí, a esa hora estoy libre.
Enrique concluyó:
—Ya, me avisas, qué se necesita y eso. Quedamos.
Las noches ahí eran frías, y a esa hora eran increíblemente heladas, sentía como el escroto me apretaba de tanto frío, uno muy inclemente. Sin embargo, ya había aceptado el acompañarlos a la ceremonia, así que nos encontramos en la plaza y luego nos dirigimos al monte. Estaba cerca, pero empinado. Al llegar, el maestro Enrique le dio la botella de pisco y una bolsa con hierbas a la señora, y entre eso le dije:
—Maestro, la verdad pensando todo lo acontecido, ¿no será nomás que son un poco… cuál es la palabra… cojudos, y solo deben prestar más atención? ¿No será que solo requieren una charla de seguridad? Porque no creo que se consiga atención haciendo esto.
César responde a mi comentario:
—Ya pe, sobrino, ya estamos acá, a la hora que hablas. Ya va a empezar, cállate.
La señora empezó a hablar en quechua, prendió un fuego delante, y mientras hablaba empezó a seleccionar las hojas y tirarlas al fuego, y lanzando casualmente chorros de pisco. El humo me empezó a asustar, no podía describir en ese momento, pero sentía que el fuego me miraba, y pude escuchar que de entre las ramas que se quemaban, el sonido de era aterrador. Esta señora tenía toda mi atención, pero ella, de un momento a otro, pegó un grito de terror, como si algo la hubiera asustado y señaló a lo lejos. En esa dirección estaba la base de los gringos. La señora solo término en el suelo muy asustada y al final solo atinó a decir:
—Tenemos que irnos ya.

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