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En esta vida o en la otra

  • pedrocasusol
  • hace 21 horas
  • 3 Min. de lectura

Escribe: Thalía Correa


¿Los hombres y las mujeres pueden ser amigos? ¿La respuesta a esa pregunta es complicada? Todo conspiraba a nuestro favor, nos íbamos a conocer.


10 de enero 2022


—¿Ya estás llegando? Los muchachos y yo estamos afuera del local, estamos tomando café mientras te esperamos.


—Sí, disculpa Manuel, es que me perdí, pero llego en 10 minutos.


—Ok. Te esperamos. No te vuelvas a perder.


Quedé extrañada, era la primera vez que hablábamos por teléfono y él me habló con tanta confianza, esa confianza que solo tienes con tus amigos después de años de amistad. Yo no pude. Me reí y seguí caminando, tratando de no volverme a perder. Todos se burlaban de mí cuando les decía que no sabía usar el GPS.


—¡Nicole, eso es de lo más fácil!


—Pero ¿qué hago?, aunque lo intento, siempre termino dando vueltas en círculo. Detesto el GPS.


—Tienes que aprender a usarlo, es solo cuestión de practica.


—Lo sé.


Siempre que me decían eso quedaba atormentada, no podía explicar mi nivel de no orientación. Siempre iba acompañada y siempre fui interesada, me acercaba a gente que tenía generalmente la habilidad de no perderse, se ubicaban bien o lo mejor de todo sabían usar el GPS.


Seguí caminando y vi la cafetería, la ira se apoderó de mí, días atrás había pasado por esa misma cafetería y no solo eso, era casi imposible perderse porque estaba solo a dos cuadras del metro. Me enojé bastante, antes de llegar los muchachos ya salín, hacían bulla. En especial Manuel, fue fácil reconocerlo aunque no hubiese visto una foto suya. Me quedé paralizada viendo cómo se colgaba de brazos en su amigo Otta que también fue fácil de reconocer por su origen asiático. Realmente mis amigos siempre eran callados, introvertidos y en algún punto tímidos como yo, pero Manuel era diferente. Eso me puso nerviosa. Cuando reaccioné ya me estabas abrazando.


—¿Por qué tardaste tanto?


—Me perdí.


Apenas y pude pensar, Manuel al parecer no conocía algo tan esencial como el espacio personal. No se sintió mal, fue solamente mucha sorpresa.


—Te presento a Otta, y este es Lucas. ¿Vas a comprar café?


Negué con la cabeza. Sí quería, pero me daba vergüenza, ya habían esperado mucho por mí. el café lo tomaría después.


Así empezó mi amistad con Manuel. Nos volvimos inseparables pero independientes. Esperábamos todos los días a las 7 de la noche, nos reuníamos en clase, nos sentábamos juntos, en los recreos íbamos a pasear por el instituto, riéndonos de nosotros, nos contábamos chismes de los compañeros, volvíamos a reírnos, solo hacía falta vernos para convertirnos Crash y Eddie, las zarigüeyas de “La Era del Hielo”. Entendíamos nuestro humor, disfrutábamos y la gente lo veía. En la estación de metro los muchachos se quedaban hablando y tú me hacías quedar y ser parte de ese grupo de hombres. Me adaptaba y todas las compañeras pasaban y se despedían molestas al ver que yo era la única que podía acercarse a los hombres y hablar con total naturalidad, pero es que nadie me gustaba. Después de conversar todas las noches en nuestra mesa redonda imaginaria no volvíamos a hablarnos hasta el siguiente día.


—Atrás te guardamos un puesto —dijo uno de sus amigos.


—Déjalo se va a quedar con ella —dijo Lucas y le hizo un guiño.


Manuel se río y dijo:


—Sí, y cuál es el problema.


—Mejor ve con ellos, nos vemos en el recreo- le dije en voz baja.


—Negativo. Aquí me quedo.


Yo no me daba cuenta, bastó que lo molestaran esa noche delante de mí para darme cuenta, lo molestaban por pasar tiempo conmigo. Me sentí mal, no quería que lo fastidiaran por mí, otra vez sentí rabia. ¿Los hombres y las mujeres no pueden ser amigos?


Con el tiempo me fui acercando a Mirna, teníamos la misma edad y aunque no teníamos mucho en común, sabía que era buena, hice un esfuerzo en conocerla más y nos hicimos amigas.


—Sé que es tu amiga Nicole, pero ella y yo no nos llevamos muy bien.


—Lo siento, Manuel. No puedo dejarla sola.


—¿Entonces me vas a cambiar por ella? ¿en serio?


—No estoy cambiando a nadie, Manuel, pero entiende que ahora ella también es mi amiga.


No dijiste más nada y empezaste a sentarte atrás con tus amigos. Ya solo nos veíamos en los recesos que nos daban y seguíamos siendo zarigüeyas. Zarigüeyas que pasaban menos tiempo juntas.


Cuando nos graduamos dejamos de hablar tan seguido. Cada quien hizo su vida, y ahora solo nos mandamos mensajes en fechas importantes. Nos queremos y seguimos siendo amigos.



 
 
 

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