top of page
Buscar

Estrellita

  • pedrocasusol
  • hace 5 días
  • 2 Min. de lectura

Escribe: Thalía Correa


El invierno había llegado, toda la ciudad se vestía de neblina y el mar ya se sentía en la nariz. En casa todos dormían, pero eso realmente no cambiaba nada, daba lo mismo si estaban despiertos o dormidos, casi nunca me dirigían la palabra y yo había aprendido a vivir en silencio. Hoy no es cualquier domingo, cumples un año de muerto.


Contigo todo era diferente: me sentía protegida, escuchada y hasta graciosa. Era la luz de tus ojos y tú eras la mía. No necesitábamos de nadie, paseábamos juntos, viajábamos, íbamos al cine, teatro, restaurantes. Bromeábamos siempre con lo tarde que nos habíamos conocido, pero siempre supe que fue en el momento correcto. A los 45 no se es tan viejo. Me alisté, hice café y salí a caminar sin plan, pero sí bien abrigada. Aunque muchas veces había pensado en mudarme, la gente que dormía eran mi recuerdo de ti. Tampoco era lo suficientemente valiente para irme.


Mi primer paradero fue el parque que está cerca de casa. No había mucha gente, solo unos cuantos corredores estirando antes de empezar. Me senté y los miré mientras reían, se veían muy cercanos. Empecé a recordar la primera vez que me hablaste. Trataba de guardar mi equipaje en el compartimiento superior, pero agarraste mi maleta y me dijiste: déjeme ayudarla. Te miré sonriente y agradecí. Fuiste desde el primer día todo un caballero conmigo. Revisé por enésima vez el número de mi asiento. Por suerte me tocó sentarme atrás, así no sentía presión. Solo pude ver tus anchos hombros, tu cabello corto y castaño y tus grandes manos. Al aterrizar me volviste a ayudar y nos fuimos conversando todo el camino, íbamos al mismo evento y desde ese día no nos separamos.


Al recordar nuestro primer encuentro no pude evitar ruborizarme y sonreír como niña. Seguí mi camino. Siguiente paradero: Parque El Olivar, pasé la biblioteca y encontré un lugar debajo de nuestro árbol. Estiré una manta para no ensuciarme y me acosté. Empezó a salir un rayito de sol que por suerte no me daba en la cara. Respiré y te busqué temblorosa con mi mano. No estabas. No quería llorar, no te gustaba verme llorar, pero fue inevitable, en dos minutos era un mar de lágrimas. Te extrañaba. Quise gritar, pero no pude. Recuerdo preguntarte qué harías si yo muriera, solo me abrazaste con tanto cariño que puedo sentir tu abrazo todavía. Yo siempre he sido delicada de salud, de hecho, al año me puedo enfermar hasta 7 veces. Era más probable que yo me fuera primero, pero no. Yo seguía aquí sin ti.


Recordar cómo no despertaste más, solo hace que mi pecho se sienta muy, pero muy apretado y me quedan muchas lagunas después de entender que no volverías a decirme: Buen día, estrellita de mi vida.


Recogí la sábana y seguí mi camino. Llegué a Larcomar, me asomé al muro y pude ver el mar. Las olas seguían su viaje interminable. Estaba cansada y tenía frío. Volví a casa con una decisión tomada. El próximo año cumpliría 66 años y no quería estar aquí. Alquilaría el resto de la casa y continuaría el viaje de mi vida.



 
 
 

Comments


Subscribe here to get my latest posts

Thanks for submitting!

© 2023 by The Book Lover. Proudly created with Wix.com

  • Facebook
  • Twitter
bottom of page